En la temporada 2010-11 de La Liga, uno de los encuentros más recordados fue el abultado triunfo del Real Madrid sobre el FC Barcelona por 5-1, una victoria que tuvo un peso fundamental en la conquista del campeonato liguero. El equipo dirigido por José Mourinho se mostró dominante y contundente, con una actuación colectiva excepcional. Tras ese derbi, los fanáticos madridistas celebraron por todo lo alto, luciendo orgullosos sus camisetas de fútbol réplicas, símbolo de una noche histórica y de la supremacía blanca en la liga española.
El Santiago Bernabéu fue testigo de una exhibición táctica y emocional. Desde el inicio, el Madrid mostró su superioridad física, presión intensa y precisión ofensiva. Cristiano Ronaldo, Benzema y Özil lideraron un ataque imparable, mientras que el mediocampo, comandado por Xabi Alonso y Khedira, controlaba los tiempos del juego.
El Barcelona, dirigido entonces por Pep Guardiola, no pudo contener el ímpetu del conjunto blanco. A pesar de contar con jugadores como Messi, Xavi e Iniesta, el equipo culé se vio superado en todas las líneas. Benzema abrió el marcador, Cristiano añadió dos tantos y Di María puso el broche con una jugada brillante. Cada gol era una declaración de fuerza, y el estadio explotaba de alegría con cada celebración.
El 5-1 no fue un simple resultado, sino una declaración de intenciones. Fue la demostración de que ese Real Madrid tenía todo para levantar el título de liga. Y así fue. A lo largo de esa temporada, los blancos mantuvieron una regularidad impresionante, rompiendo récords de puntos y goles. Mourinho logró armar un equipo competitivo, agresivo y mentalmente fuerte.
La victoria sobre el eterno rival no solo sirvió para consolidar el liderato en la tabla, sino también para enviar un mensaje claro: el Real Madrid había vuelto a ser el dueño del campeonato español. Fue un año que consolidó una plantilla de leyenda y encendió nuevamente la pasión de los hinchas.