En resumidas cuentas: cada vez que alguien compra una camiseta, al fabricante le quedan 17 euros, al vendedor en torno a 30 y al club en torno a cinco, con la salvedad de que los equipos, además, firman contratos millonarios con los fabricantes por vestirles. Pero, como alguien dijo alguna vez, hecha la ley, hecha la trampa. Dembélé, como el año pasado, aseguraba que estaba loco por continuar en el Barça.